El año 2025 arranca con un contexto económico global marcado por un crecimiento lento y desigual, reflejo de un escenario aún afectado por las secuelas de las crisis recientes. En el plano internacional, las principales economías lidian con las consecuencias de una inflación persistente, el ajuste de políticas monetarias restrictivas y la tensión en cadenas de suministro estratégicas. La recuperación, aunque palpable, avanza a un ritmo moderado, y los mercados emergentes enfrentan mayores desafíos debido a la deuda acumulada y la inestabilidad geopolítica.
En Europa, el crecimiento proyectado es incluso más lento, arrastrado por una débil demanda interna y el impacto del conflicto en Ucrania. Las economías del continente luchan por equilibrar la transición energética con la competitividad industrial, mientras las incertidumbres en torno a reformas fiscales y laborales limitan su capacidad de reacción. Sin embargo, España destaca como una excepción relativa. Con una previsión de crecimiento superior a la media europea, el país se beneficia de una sólida recuperación en el turismo, la digitalización y los fondos europeos, aunque sigue enfrentando desafíos en el ámbito laboral y la inflación subyacente.
En el País Vasco, la economía sigue mostrando una notable capacidad de resiliencia. No obstante, el contexto europeo desacelera el comercio exterior, y sectores clave como la automoción y la energía enfrentan incertidumbres estratégicas.
Bizkaia refleja esta realidad mixta: combina fortalezas, como un dinamismo en sectores tecnológicos y servicios avanzados, con retos importantes, como la necesidad de diversificar su tejido productivo y fomentar una mayor adaptación a las transiciones verde y digital. En este entorno de incertidumbre, la clave será apostar por la colaboración público-privada y aprovechar las oportunidades que ofrecen las macrotendencias globales para construir un modelo más resiliente y competitivo.